La familia Pérez de Michelena
(y los Becerra y los Golindano)

Libro Electrónico
Versión 1.1 (Mayo 2.005)

Por: José Ernesto Becerra Golindano
Plaza Bolívar de Michelena, inicios del siglo XX
Presentación

Me ha llegado una hora de la vida en que debo escribir mis recuerdos, los hombres importantes escriben sus memorias, yo, que no soy hombre importante apenas llego a recuerdos.
Como se verá más adelante, mas que escribir mis recuerdos paso a contar la historia de mi familia, de mis antepasados. No solo porque tiene influencia en mi vida, sino porque sin saber como, he llegado a acumular algunas informaciones que, de no ser escritas, en buena parte se olvidarán.
Desde muy joven se me enseño a querer a mi familia. Lamentablemente eso que la gente resume pronunciando con un suspiro: “las cosas de la vida”, han hecho que en contra de mi manera de ser, viva un tanto alejado de esa familia que aprendí a querer tan joven, llegando a ser en algún momento prácticamente una suerte de ermitaño familiar, pero rodeado de gente. En los últimos lustros, después de toda clase de escarmientos que no se si se contarán, he encontrado un acomodo: quiero a mi familia desde lejos. Pero la quiero, y mucho, y a todos.
Mis primeros recuerdos son como flashes, completamente desconectados entre sí, y cuando comienzan a tener relación unos con otros, siento que se mediatizan por cosas de otro tiempo. Un ejemplo: cuando niño me retaban cuando alguno de mis “porqué?”, era respondido con un “por que si!”. Hoy en día entiendo que el pequeño José Ernesto preguntaba en un momento inoportuno y, aquí entra la mediatización, en mi recuerdo el pequeño aquél como que comprende.

Pero al querer contar algo de mi familia, no resisto hacerlo sin interpolar las personas, a veces escribiré en primera y a veces no, y quien lea tendrá que hacer el esfuerzo de acompañarme así. Tengo que reconocer que este repaso de recuerdos tiene un costo emocional para el que escribe, y eso se refleja en el estilo.
Una palabra sobre el formato: las primeras notas se escribieron pensando en un libro convencional, pero mi trabajo en informática me puso en contacto con tecnologías que me llevaron a prepararlo como Libro Electrónico y fué preparado para ser "quemado" en CD-ROM , como en efecto se hizo. Luego, al considerar la posibilidad de colocarlo en Internet, encontramos el formato "BLOG" que es mas sencillo que el de las "Páginas Web" o similares. Desde esta óptica nuestra principal motivación es avanzar en esta nueva tecnología y entusiasmar a otras personas para que preparen sus trabajos, inéditos o no, de manera similar. A través de nuestra dirección de e-mail, estamos en la mejor disposición de asesorar a quien pueda interesarse.

Termino de introducirle, lector, explicando que escribo para la familia, aunque todos tienen libertad de leerme.

Los Pérez (I)

Michelena, fue fundada en 1849 por un hermano de mi tatarabuelo, el Pbro. Dr. José Amando Pérez, a causa de un terremoto.
El Padre Jose Amando nació en plena montaña (La Urubeca, 8/2/1812), como tantos tachirenses de antes, y aún muchos de ahora, la familia tendría una casita de paredes de tierra pisada, con techo de caña brava y teja pegada con barro. La cocina tendría una estufa de leña que además era y es el lugar para calentarse cuando hace frío. Durante mis tiempos de excursionista visité muchas casitas de este tipo. Un pequeño corredor en la parte delantera y casi siempre alguna montaña en la trasera, y muy cerca los pequeños corrales con una o dos vacas lecheras. Yo no sé si estas viviendas son más bellas cuando las arropa la neblina con aquel silencio roto solo por el ulular del viento, o cuando el sol resplandece muy brillante y se ve un cielo azul muy intenso con unas nubes mas que blancas, majestuosas y plateadas, y todo los cerros cercanos se ven verdes, infinidad de tonos verdes, y los cerros lejanos azules y misteriosos con sus jirones de nubes cerca de la cima.
Me permito imaginar a Don Juan Evangelista Pérez y a Doña Gregoriana Arellano levantándose a las 4 o 5 de la mañana, cualquier día de 1820, un aseo mínimo debido al frío de la hora y como por arte de magia la taza de café humeante, hecha tan rápido que se podría pensar que estaba preparado desde la noche anterior. La manera de preparar café en la montaña puede ser muy especial, lo he visto algunas veces. Se alimenta el compartimiento de la cocina de leña para lograr una llama fuerte, se coloca una olla con agua y un trozo de panela y mas tarde suficientes cucharadas de café, cuando empieza a hervir se retira la olla de la hornilla, se saca un tizón de leña aún con brasa y se sumerge un instante en el líquido de la olla. De inmediato sale una “humarada”, vapor de agua, y el café se sedimenta en el fondo del recipiente. Con un gran pocillo, de metal o de peltre, se sirve el café en la taza, está calientísimo, yo debo esperar unos cinco minutos para probarlo, pero Don Juan, Doña Gregoriana y generaciones de tachirenses lo toman soplando a medida que beben pequeños sorbos, a veces se vierte en el “platico” para beberlo.
Después, en un ambiente serio, respetuoso, y encomendándose a Dios, a la Virgen, a los Santos y a las Benditas Ánimas del Purgatorio, se iniciaban las faenas del día. Desde tiempos inmemoriales, desde siempre, la familia tachirense es muy respetuosa, entre los hijos y con los padres se tratan de Usted.
Le diría un hermano a otro:
Mire Juan, Usted trajo las vacas al corral?
Si José, oiga, papá le dejó esta semilla, pa’ que la siembre y si Dios quiere, podamos sacar algo.
Ay si mijito, Ánimas Benditas, nos hace mucha falta así que encomiéndese a San Isidro, sentenciaría ocupada en los oficios desde la cocina Doña Gregoriana. Y así, en el trato entre los vecinos, o cuando se iba al pueblo, imperaba un respeto del que aún quedan fuertes rasgos sobre todo en nuestros pueblitos de montaña. En aquellos tiempos, la palabra valía mas que un documento, las deudas eran sagradas, y aunque había pillos como siempre en el mundo, no eran tantos. En ese ambiente todos trabajaban, casi todo lo de la casa se elaboraba artesanalmente. Hace unos 30 años tuve la oportunidad de ver algo de eso aquí, donde vivo todavía.
La que hoy es mi casa, en Táriba, fue construida en 1959 por el Coronel José Eulogio Becerra Pérez, hermano de mi abuelo, padrino de mi papá y padrino mío. Aquí vivía este solterón millonario, serio, piadoso, ya retirado del ejército y recién terminado su período como Senador. Vivía con sus hermanas solteras, solteronas, pero murió en 1961 con unos ochenta años de vida. Las hermanas heredaron la casa (Tía Juan Antonia que murió en 1979 a los 102 años, Tía Salvadora que murió el mismo año con 99 y Tía Teresa, que murió en 1987 a los 98). Yo viví con ellas intermitentemente entre 1969 y 1974, y de ahí en adelante he vivido siempre es esta inmensa casa.
Recién llegado acá, en el 69, con 16 años, noté varias cosas. Mis tías tenían imágenes de santos en varias partes de la casa, todas con velas y velones encendidos desde tempranito hasta la noche. La cera derretida de esas velas era cuidadosa y diariamente recolectada, y guardada en cajas de zapatos o parecidas, y por mas que me rompía la cabeza no alcanzaba a imaginarme la razón de ese rito cotidiano. Un día pasando por la zona de la casa donde estaban las cochineras, los gallineros, los desvanes y los garajes, encontré a JuanMoreno (así, pegado el nombre y el apellido como casi todo el mundo conocía a este personaje que ampliaremos más adelante), ocupadísimo en un particular oficio.
Estaba sentado en un pequeño taburete y tenía frente a sí lo que hoy sería un “kit” para fabricar velas. Era una percha para colgar ropa y sombreros de 1,80 mts de altura aproximadamente, con una base un poco ancha (unos 50 cms de diámetro) que se adelgazaba hacia su extremo superior (unos 20 cms de diámetro). Amarrado con alambre al extremo superior de la percha se veía un tubo de los que se usaban antes para el agua potable (ahora se usa plástico), esté subía, describía un gran arco y el extremo quedaba apuntando hacia el suelo a un metro y medio aproximadamente. En este extremo salían 4 cuerdas que sostenían un aro de metal (de un metro de diámetro) que estaba en plano horizontal y que quedaba mas o menos a la altura del pecho del artesano. Amarrados a este arco colgaban unos 20 o 30 mechas de vela de unos 30 cms de largo. A un lado del taburete tenía un pequeño brasero encendido, en el que colocaba una ollita con asa, en la cual echaba los restos de cera de las velas, para que se derritiesen. Luego escurría la cera en cada mecha, recibiendo el sobrante en otra ollita, y poco a poco hacia rotar el aro para que llegase frente a él otra mecha, y otra, y otra.
Con una paciencia ancestral iba escurriendo chorritos y girando el aro, hasta que la cera de las mechas se secaba y engordaban progresivamente al calibre de una vela. Al final cortaba las mechas del aro, y amarraba otra serie y volvía a empezar. Durante esa mañana repitió el proceso hasta preparar mas de cien velas, nunca se quejó, ni se manifestó aburrido, y siempre lo vi concentrado con las mil arrugas de su cara de 80 años. Esa era la actitud de los tachirenses de antes. Cuanto me impresionó, pues mi cultura era urbana, televisiva, pro hippie, modernista, tecnocrática y burlona hacia el pasado y la artesanía. Al ver eso, cambié.
Así se hacían las cosas, los utensilios y los aparatos, así se cultivaba, se trabajaba, se rezaba, se vivía, cuando nació el Fundador de Michelena, y yo tuve la oportunidad de asomarme al ambiente, a la cultura de 100 y 150 años antes, y aprendí a respetarla. Siendo millonarias, mis tías abuelas, reciclaban muchas cosas, ahorraban en todo y sentenciaban al vivaracho sobrino con refranes de humildad, sencillez y cuidado de las cosas.
Los Pérez (y II)


La época en que nace José Amando Pérez, 1812, es la de la Guerra de Independencia (1811 – 1821). Y un cura realista se escondía en las montañas cada vez que esta parte del territorio estaba en poder patriota. Si lo encontraban lo fusilaban. El escondite era una pequeña propiedad que el cura Estrella (ese era su apellido), tenía relativamente cercana a la de la familia Pérez Arellano. Estamos hablando de la zona de Casa del Padre, en donde nos muestran los restos de esa casa. Parece que las conversaciones entre el rapaz y el cura perseguido despertaron en el primero el deseo de ser sacerdote. Y aunque la familia era muy pobre, lograron enviar al párvulo al Seminario y verlo ordenado. Poco después, la iglesia lo destinó a Lobatera, población cuyo origen se pierde en el tiempo ya que cuando los españoles llegaron ya existía allí un poblado indígena: Los Ubateras. Ese pueblo era el mas cercano a su casa paterna y por tanto sus familiares se convirtieron en feligreses del Padre Jose Amando. Todo marchaba bien.
Bueno, no todo. Lobatera está en un lugar muy poco propicio para crecer, rodeado de montañas muy cercanas, con poca agua y terrenos poco fértiles.
Un poco más arriba, hacia el norte, se hallaba una bella y enorme meseta: la Sabana Grande. Tenía excelente clima y tierra, abundante agua, y el Padre José Armando entendía que era un lugar mas propicio para desarrollar una ciudad. Pero la gente de pueblo quería su lar y eran sordos a las insinuaciones del Párroco. Pasaba la vida como pasan las aguas del río Lobaterita, lenta y apaciblemente, y en 1848, cuando ya tenía cinco años de cura de Lobatera, ocurrió en Caracas un acontecimiento político que retumbó en toda Venezuela, y por supuesto en Lobatera. El 24 de Enero de 1848 una turba armada entró al Congreso de la República y resultaron muertos y heridos entre asaltantes y asaltados. Herido quedó un eminente hombre público natural de Valencia, Diputado, el Dr. Santos Michelena, quien fallece algunas semanas después, cosa que lamentaron todos los venezolanos instruidos, y por resonancia, muchos que no lo eran. Entre los que se conmovieron estuvo el Presbítero y Doctor en Teología José Amando Pérez Arellano. Y el año que sigue, en la madrugada del lunes 26 de Febrero de 1849, ocurrió un terrible y dañino terremoto que destruyó varias poblaciones de la región, entre ellas Lobatera. El desastre lo aprovechó el Padre para irse con varias familias, la suya y otras, a la Sabana Grande y fundar allí a Michelena, el Domingo 4 de Marzo de 1849.
Me extendería en la vida y obra de José Amando Pérez durante los siguientes 26 años, hasta su muerte el 31 de Agosto de 1875, pero un importantísimo historiador e investigador, el Dr. Lucas Guillermo Castillo Lara escribió un bellísimo libro: Michelena y José Armando Pérez, el Sembrador y su Sueño. Es una biografía de mas de 140 páginas y un apéndice documental de más de 120.
Pero algo tengo que decir: mis primeros recuerdos de Michelena, parten de la bellísima casa de mi Abuela Doña Amalia, visita casi semanal. Después de su muerte en 1961, la mantuvo también hasta fallecer la hermana solterona de papá: la tía Carmen Teresa. Está frente a la Plaza Bolívar, y en su esquina hubo un importante negocio al parecer del papá de Doña Amalia, uno de mis bisabuelos Don José Asunción Pérez Rosales. Otro recuerdo: sus calles, anchas, muy anchas, y rectas, nada mas allí se ve la estatura del hacedor, del fundador. Mientras nuestros pueblos mas antiguos tienen calles que quieren ser angostas y que siguen un poco las ondas del terreno a derecha e izquierda, Michelena tiene calles magnificas como las trazó su fundador, quien como co-fundador de Colón también le dejó el modelo de calles anchas y rectas.
El busto del Padre Pérez está a la entrada de la iglesia, y desde allí me ha visto desde cuando muy pequeño acompañaba a mamá a misa, hasta cuando he ido a acompañar en su último viaje a tantos seres queridos, casi todos enterrados en el cementerio de Michelena. Este hombre admirado por los grandes y atacado por pequeños y miserables en nobleza, ese que cuando no estaba en las labores sacerdotales supervisaba y trabajaba, hacha en mano, el corte de madera para la construcción de la Iglesia, de los edificios públicos o las primeras casas, y participaba activamente en todos los asuntos cívicos, y cuando tuvo que escogerle nombre al nuevo pueblo, perpetuó la memoria del Dr. Michelena. Tuvo 4 hermanos. Entre ellos el Padre Juan Isidro, de quien poseo una viejísima foto, en cuyo reverso alguien escribió: "Pbro. Juan Isidro Pérez, muy blanco, casi rosado, ojos azules".

La admirable vida y obra de este sacerdote se ve opacada por la de su hermano mayor, tal vez por llevarle el mayor unos 12 años de antigüedad en este mundo y porque el hermano menor no fundó pueblo alguno. Pero existe una excelente opinión de la actividad del Padre Juan Isidro. Se había ordenado en 1855 y entre sus destinos mas importantes están veinte años de Párroco de El Cobre y casí treinta en Michelena. Después de cuatro lustros en el Valle de San Bartolomé, sustituyó al Padre Amando cuando éste falleció.
La única hermana es Ambrosia, casada con Francisco Escalante, de quien no he encontrado datos. Otro hermano es José Narciso, casado con Ignacia Bustamante y abuelo de Marcos Pérez Jiménez, Presidente (Y/o dictador de Venezuela 1952 – 58), y completamos el grupo de 5 hermanos con Antonio, casado con Gregoria Rosales, quien es mi tatarabuelo.
Hacia 1975, mientras estudiaba en la antigua UCABET, preparé un Árbol genealógico con los descendientes de los padres del Fundador de Michelena, actualmente aparecen en él unas 500 personas.
Pérez Jiménez (I)
En la familia todavía resulta un tema interesante de conversación lo que se refiere al General Marcos Evangelista Pérez Jiménez, tal vez por eso preferimos hacer en primer lugar la referencia a la rama familiar que encabezó su abuelo José Narciso, además hemos apreciado una participación mas temprana en los documentos de la época lo que nos hace suponer que era mayor que los otros hermanos que dejaron descendencia.
Algunas referencias se han obtenido de libros como el de Antonio Pérez Vivas, “Hegemonía Andina y Pérez Jiménez”, o el de Ladislao Tarnoi, “El Nuevo Ideal Nacional de Venezuela, Vida y Obra de Marcos Pérez Jiménez”. Otras del de Lucas Guillermo Castillo, “Michelena y José Amando Pérez, El Sembrador y su sueño”, y el de Gervasio Contreras Guerra, “Perfiles de Michelena”. Pero además de estos interesantes trabajos, algunas cosas provienen de conversaciones con mi padre (7 años menor que el General) y que eran parte de la conversación en su casa paterna, casi diagonal con la de los Pérez. Otros datos muy particulares salen de conversaciones con mis tías abuelas las Srtas. Juana, Salvadora y Teresa Becerra, quienes tenían entre 20 y 30 años cuando nace “Marquitos” como ellas lo llamaban.
Todavía hoy podemos ver al papá de Marcos Evangelista Pérez Jiménez en Michelena. Entre las opciones para lograrlo podríamos tomar la de la estatua en tamaño casi natural que se encuentra en su sepultura, en el cementerio de esta ciudad.
Don Juan Severo Pérez había nacido en Lobatera hacia 1844, cinco años antes del terremoto que motivaría la fundación de Michelena, y sus parientes inmediatos lo recuerdan sentado en una pose que rememora al “Pensador” de Rodin, (aunque el escultor y él eran casi contemporáneos: Auguste Rodin 1840-1917. El papá de Pérez Jiménez murió a los 81 años en Michelena en 1925. Era hijo de un hermano del Fundador de Michelena.
Pérez Jiménez (II)

El Abuelo de Pérez Jiménez se llamó José Narciso Pérez Arellano, hijo a su vez de Juan Evangelista Pérez Mora y María Gregoria Arellano Ramírez, y los hermanos fueron: el Pbro. Dr. José Amando, Juan Isidro (también sacerdote), Ambrosia y Antonio. La abuela era Ignacia Bustamante, y los tíos de Pérez Jimenez se llamaron: Concepción, Rita, Rosa, Martha, Francisco, Ulises, y el Coronel Leoncio Pérez Bustamante.
Esto puede crear alguna confusión pues hubo dos familias Pérez Bustamante. La primera de ellas se ha descrito ya, y luego hubo otra con los mismos apellidos pero presidida por el papá de Pérez Jiménez ya que éste se casó dos veces.
Don Juan Severo Pérez Bustamante contrajo matrimonio por primera vez con Doña Bárbara Bustamante y procrearon los hijos de la segunda familia Pérez Bustamante: Gliceria, María, Lucrecia, Lupicina, José, Jesús, Dacio, Bautista y Alejandro. Doña Bárbara muere el 4 de Enero de 1900, quedando Don Juan Severo viudo a los 55 años. Los cuadros pueden verse en la casa natal de Pérez Jiménez en Michelena, a media cuadra de la Plaza Bolívar.


Perez Jiménez (III)


Casi 8 años después, el 20 de Noviembre de 1907 el viudo de 63 años contrae matrimonio con una maestra que acababa de cumplir 33: Adela Jiménez, “Doña Adela” como se le ha mencionado desde siempre, quien había nacido el 14 de Junio de 1874. De soltera había sido maestra de primaria en San Antonio del Táchira. Su primer hijo nació en 1908, Juan; en 1911 llega Rosa, el 25 de Abril de 1914 nace Marcos Evangelista y en 1917 Francisco. Ella misma contó que al quedar viuda hubo de trabajar de nuevo como maestra en Lobatera, Colón y San Antonio sucesivamente, “… a fin de mantener a mis hijos”.
El joven Marcos crece con sus padres y hermanos, rodeado de una gran familia, la misma del fundador, el Presbítero y Doctor José Amando Pérez Arellano, su tío abuelo. Se le recuerda como un niño inteligente, buen estudiante y algo inquieto o travieso. Queda huérfano de padre el 18 de Mayo de 1925, con 11 años. Por esa época su hermano mayor ingresaba a la Escuela Militar de Venezuela, lo que seguramente influyó en su posterior ingreso para lo cual contó con el apoyo del Director, Coronel José Eulogio Becerra Pérez, también de Michelena y cuya madre, Micaela, era prima hermana de Don Juan Severo.
Pérez Jiménez (IV) Imágenes





Pérez Jiménez (y 5)

Después de estudiar en el Colegio Gremios Unidos, en Cúcuta, ingresa a la Escuela Militar con sede en Maracay en 1931 (17 años), fue Alférez Mayor. Egresa con el grado de Sub-teniente en 1934 (20 años) y es designado Comandante de la 2ª Sección, 2ª Batería del Regimiento de Artillería Ayacucho Nº 1 con sede en Maracay. En 1936 asciende a Teniente, es Comandante de la 1ª Sección del Regimiento de Artillería de Caracas. Para 1937 es designado Comandante del Curso Militar de la Escuela Militar de Caracas, tenía 23 años.
En Febrero de 1939, con 24 años todavía, se traslada al Perú, entre el 19/3/39 y el 31/10/39 realiza el Curso de especialización en la Escuela de Aplicación de Artillería, de Agosto del 39 a Diciembre del 43 realiza los Cursos de Comando y de Estado Mayor en la Escuela Superior de Guerra. El 1º de Enero de 1941, estando en Lima, recibe el ascenso a Capitán. Estaría en Perú casi 4 años, al regresar ya había cumplido 29 años.
Pérez Jiménez interviene de manera destacada en la conspiración que desemboca en el golpe de estado del 18 de Octubre de 1945. En ésta época asciende a Mayor y asume como Jefe de Estado Mayor del Ejército, tiene 31 años. En Julio de 1946 es Jefe del Estado Mayor General con 32 años y el 30 de junio de 1948, ya Teniente Coronel, se encarga del Ministerio de la Defensa. El 24 de Noviembre de 1948 es derrocado el Presid
ente Rómulo Gallegos.
Como consecuencia se designa una Junta Militar de la que forma parte Pérez Jiménez, quien continúa como Ministro de Defensa hasta 1952 cuando, ya Coronel ( y con 38 años), asume la Presidencia de la República. Asciende a General de Brigada en 1955 y General de División en 1957. Finaliza su gobierno al ser derrocado el 23 de Enero de 1958. Tiene 43 años, han pasado 24 desde su egreso de la Escuela Militar y menos de 14 desde su participación en el golpe del 18 de Octubre del 48.

Este cuadro se encuentra en la biblioteca de la residencia del
Dr. Gustavo Colmenares Pacheco en la ciudad de Táriba



Cuando cayó Pérez Jiménez el que escribe tenía 4 años, así que las ideas sobre el nativo de Michelena no tienen como base la percepción directa de la actividad pública del General. No obstante, dos tendencias muy opuestas he percibido posteriormente en nuestra Venezuela, una muy favorable y otra muy desfavorable.
La mayoría de mis familiares eran definitivamente “perezjimenistas”, no solo mi padre y otros de mis mayores naturales de Michelena y emparentados con el personaje, sino también mi madre que había nacido en el Suroeste del Estado Bolívar y se crió en Maracay. Ellos elogiaban la gestión, los logros, lo positivo y atribuían los desmanes a los subalternos.
Mis lecturas, tanto libros como prensa, encontraron un numeroso y efusivo conjunto de antiperezjimenistas, encabezado por gente de Acción Democrática. No puedo dejar de señalar que las historias de la represión me impresionaron, especialmente el libro de Catalá.
Hoy pienso que Pérez Jiménez, su gobierno, sus acciones son consecuencia de ser un hombre de la época, un producto de su tiempo. Actuó de acuerdo a las realidades del entonces, por supuesto diferentes a cualquier ahora posterior, aunque en el fondo lo vemos todo muy similar.
La Michelena en que nace Marcos Evangelista está en plena consolidación, un pueblo hecho por una comunidad en la que figuraban influyentemente sus parientes. Según la recopilación de Lucas Guillermo Castillo (Michelena y Jose Amando Pérez, Un Sembrador y su Sueño, BATT, 1982), los primeros Prefectos de Michelena, a unos 30 años de su fundación, fueron: Francisco Pérez, 1877 (Tío), David Vivas, 1877 (Tío político), Narciso Arellano, 1878 (Esposo de Carmela Pérez, prima de su padre y por tanto primo político en segundo grado), David Vivas,1878-1879 (Tío Político, segunda gestión), Narciso Pérez, 1879 (Abuelo), y Leoncio Pérez, 1879 (Tío).
Mas adelante serían Prefectos otros familiares: Vicente Pérez, 1892 (Primo segundo), Jose Fermín Becerra Pérez, 1893 (Primo tercero), Vicente Pérez, 1898 (Primo segundo), Vicente Becerra Pérez, 1899 (Primo tercero), Vicente Pérez,1901-1902 (Primo segundo), Pánfilo Becerra Pérez, 1925-1926 (Primo tercero), Ciro Arellano Pérez, 1933 (Primo segundo), y posteriormente Teodoro Becerra Pérez, 1944 (Primo tercero), y Jesús Becerra Pérez, 1948-1949 (Primo Cuarto).
También estuvo presente la familia Pérez en la Junta Comunal en Michelena, de la cual fueron Presidentes: Jose Asunción Pérez, 1904 (Primo segundo), Vicente Becerra Pérez, 1910-1913 (Primo tercero), Régulo Pacheco, 1925 (Tío Político), Elio Pérez, 1926-1927 y 1933 (Primo tercero), y mas tarde Samuel Becerra Pérez, 1953-1958 (Primo cuarto).
En cuanto a los sacerdotes, el primer párroco de Michelena es el Fundador, Jose Amando Pérez, tío abuelo del General. Este ejerce hasta 1875, unos 26 años. Le sucede el hermano del fundador, otro tío abuelo del General, Juan Isidro Pérez quien ejerce hasta 1904, unos 29 años que sumados al anterior alcanzan los 55 años. Algo mas tarde, entre 1917 y 1947 el Párroco es Jose Lucio Becerra Pérez, Hijo de María Micaela Pérez quien era prima hermana de Don Juan Severo el papá de Perez Jiménez, y en consecuencia primo en tercer grado. Con los 30 años del Padre Lucio podemos calcular que, en los primeros 98 años de Michelena (1849-1947), 85 años el Párroco fue de la familia de Perez Jiménez.
Por referencias familiares, sabemos además de la presencia de los Perez en otras esferas de la vida del poblado. Tenían almacenes, farmacia, fincas de ordeño y realizaban variadas actividades comerciales, como la novedosa fotografía. Además de curas hubo sacristanes, coristas y monaguillos, también militares. Participaban en la vida cultural, artística y educativa. Se destacan las veladas culturales de Doña Atilia de Pérez, en música Don Vicente Becerra Pérez, en Educación Ana Josefa Rosales Pérez y Daniel Rivas (Esposo de Anita Pérez Borrero), y en las letras el Bachiller Medardo Vivas Pérez, todos parientes. Era una familia numerosa, activa y participativa. La primera parte de la vida del niño y joven Marcos Evangelista fue influenciada por esta parentela, y no sería aventurado pensar que parte de su vocación por los asuntos públicos le viene de ese ambiente.
El resto de la vida de Pérez Jiménez podemos resumirlo en pocas líneas. Cinco años después de su derrocamiento, en Agosto de 1963, con 49 años, es extraditado de los Estados Unidos a Venezuela, donde permanece preso hasta 1968 (54 años). Se radica en España (Madrid), donde muere a los 86 años en Septiembre de 2.001.
Por una coincidencia de esas que a veces nos ofrece la historia, Marcos Pérez Jiménez tiene 43 años cuando cae su gobierno, justo a la mitad de su ciclo vital. Los primeros 43 los reparte asi: 17 años con su familia, 8 años de estudio y trabajo en Caracas, 4 años en Perú, 8 años en Caracas como militar y funcionario público y 6 como Presidente, los próximos 43 hasta su muerte serán 5 de exilio en Estados Unidos, 5 preso y 33 en Madrid.

El Doctor Antonio María Pérez Vivas

Durante 8 años, 1950-1958, el Táchira fue gobernado por el doctor Antonio Pérez Vivas, quien fallece en Caracas el 30 de octubre de 1996. Había nacido en Michelena en la segunda década de este siglo, hijo del respetado Don Elio Pérez Sánchez y la honorable señora Celina Vivas Pérez, hermano de Elina y Martha, fallecidas. De Isabel y de Elio Enrique, también fallecido. Era nieto de José Asunción Pérez Rosales y Doña Isabel Sánchez, bisnieto de Antonio Pérez Arrellano, hermano del fundador de Michelena Pbro. Dr. José Amando Pérez, y de Doña Gregoria Rosales.
El pesar de la ausencia física nos acompañará siempre, hasta que ojalá nos reunamos de nuevo en alguna otra dimensión. Pero el trillado lugar común que apuesta por la presencia espiritual, se convierte en realidad cuando se trata de alguien como Antonio. La fuerza de su personalidad y sus convicciones pueden percibirse aún ahora y seguirán presentes permitiéndonos asumir que es como un viaje, o como alguien acá en Táriba podría señalar: un desencuentro.


En 1987 publicó el libro “Hegemonía Andina y Pérez Jiménez”, y en el prólogo de Roberto Vetancourt se lee: …” Antonio Pérez Vivas sigue siendo el mismo que conocí en la juventud: cordial, sincero, veraz, leal, íntegro, generoso, amplio, y por sobre todo auténtico, fiel a sus amigos, a sus principios, a su honor y a su hombría de bien. …la suya como pocas, es una amistad que honra”.
En 1966 apareció su obra “Psicología Tachirense y Desarrollo “ y allí escribió sobre sí mismo lo siguiente: “ Unido por la sangre durante varios siglos a esta tierra, me siento igualmente ligado a su destino por mi educación radicalmente tachirense. En el regazo materno recibí la lección que enseñan a sus hijos la mayoría de las madres nuestras, la lección de la bondad conciente que es fruto de amor constructivo y a mi padre debo una inclinación que me ha sido muy útil: cuando él mismo no tenía más nada que decirme, me encomendaba a los libros que son los mejores maestros que han forjado los siglos. Tenía yo muy corta edad aún cuando cada noche, después de la cena frugal en el hogar sencillo, a la luz de una humilde lámpara de carburo, se turnaba mi buen padre conmigo en la lectura de un Canto de la Divina Comedia, una carta de Lord Chesterfield o un vibrante capitulo de Venezuela Heroica”

Conversar con el Dr. Pérez Vivas siempre resultaba una experiencia. Combinaba la expresión de sus ideas expuestas con elegante vehemencia y las agudas preguntas que exigían al interlocutor concentrarse para mantenerse en el mismo nivel. Defensor de grandes causas como la del carácter especial del tachirense, la eficiencia que debían tener los gobiernos, o los derechos legítimos que algunos adversarios partidistas le habían cercenado. En lo personal, sabía hacer sentir el gran afecto por su familia, acompañado en todo por Pepaía su esposa, se ganó el respeto de quienes lo trataron. Era la expresión del ser tachirense que tanto alabó y defendió.
Fue un excelente jurista, Gobernador del Estado Táchira, ministro, profesor de la UCABET, empresario, columnista de prensa, escritor. Sin lugar a dudas un gran hombre y uno de los mejores tachirenses de este siglo.


Bibliografía de Antonio Pérez Vivas

1966
Psicología Tachirense y Desarrollo
1967
El Obispo y la Universidad
1969
Actividad Bancaria Venezolana, Un Banco Hipotecario para San Cristóbal
1973
Eficacia contra Despilfarro
1987
Hegemonía Andina y Pérez Jiménez
Los Becerra (I)



De mi tatarabuelo Antonio no tengo casi noticias, casó con Gregoria Rosales y hubo 12 hijos, Faustino, Domitila, Ricardo, Elodia del Rosario, José Tomas, Vicente, casado con Atilia Vivas, Carmela, casada con Narciso Arellano, Martina Lucrecia, casada con Avelino Rosales, Marco Antonio, casado con Lucía Borrero, María Micaela, que casó con Antonio Becerra, mis bisabuelos; y José Asunción, casado con Isabel Sánchez, también bisabuelos de quien escribe, (Esto por que un hijo de los primeros: Vicente, se casó con una hija de los segundos, Amalia, siendo primos hermanos. Supongo que ese matrimonio levantó alguna ceja, mas aún cuando él con 40 años, se casó con ella de 15). A esta altura mis antepasados dejan de ser Pérez y se convierten en Becerra. Sobre Don Antonio Becerra se sabe que fue Sacristán, tal y como se ve en la Partida de Nacimiento de su hija Tirsia Micaela (conocida como Teresa) de Febrero de 1889. Se tuvieron vagas noticias sobre la procedencia de mi bisabuelo, apuntando siempre a Capacho.

El mayor de los hijos de Antonio Becerra y Micaela Pérez, los bisabuelos, se llamaba José Fermín y nació aproximadamente en 1867, casi no sé nada de él, pero dicen por allí que murió lejos y leproso. A principios de siglo existía en Michelena un Lazareto, un leprocomio, y por alguna orden gubernamental fue cerrado y se decidió enviar a los enfermos a otro que quedaba cerca de Maracaibo, en la Isla Providencia. Como a estos enfermos los trataban mal en los leprocomios, para trasladarlos los encadenaban, como presos, porque si no se escapaban.

Parece que el tío Fermín andaba en esos día haciendo oposición política al gobierno y el gobernante local se deshizo de él encadenándolo al grupo de enfermos que se trasladaban, por supuesto allá se contagió y murió. Dicen que en esos tiempos los sepultaban rociados en abundante cal viva, supuestamente era una medida higiénica.
El tío Fermín, aunque no se casó, dejó una hija: María Cirila Becerra. Ella se crió en medio de la familia, pero de acuerdo a las costumbres de la época (debe haber nacido hacia 1890), se le trataba con cierta discriminación por ser “ilegitima”, expresión que siempre me ha parecido ridícula. La niñita tuvo que convertirse entonces en casi una sirvienta: ayudar en cocina, la limpieza, y todos los oficios domésticos, a cambio de techo, cama, comida y alguna gota de cariño. Y aprendió muy bien, se convirtió en excelente cocinera, a tal punto que sobre los años 40 regentó en San Cristóbal el Hotel de la Aeropostal, la primera línea aérea venezolana, donde se alojaban y comían los pilotos, las aeromozas y el personal que pernoctaba entre vuelo y vuelo. Después fue ecónoma del Seminario Diocesano, cuando su ubicación era el edificio del actual Universidad Católica del Táchira, el ala norte del Edificio Viejo. Por casualidad recibí clases en esos salones hacia 1969 cuando estudié por primera vez en la entonces llamada UCABET, Universidad Católica Andrés Bello Extensión Táchira.

Cuando dejó de trabajar, por razones de edad, se alojó en casa de algunos parientes, me parece recordarla hacia 1960 en casa de mi tío Ernesto, en la calle 5 de San Cristóbal, pero mas tarde, cuando vine a estudiar al Táchira ya la conseguí alojada en la “Casa de las Tías”, en Táriba, donde he vivido desde 1969 intermitentemente y desde 1974 definitivamente.
María Cirila dedicó los últimos 20 o 30 años de su vida a servir, a ayudar a cualquier pariente que lo necesitase. En la Casa de las Tías en Táriba, ayudaba en la cocina, ayudaba a servir la mesa especialmente en ocasiones de vista o reuniones, lavaba y planchaba la ropa de los arrimados de turno (yo fui uno de los beneficiados), y se arremangaba a preparar platos especiales para las vendimias de la Parroquia. En la medida que iba envejeciendo ya no era tan acertada en la cocina. Una vez se pusieron de acuerdo mi prima Isabel Teresa (una de las hijas de mi tío Ismael), su novio (después su marido, y luego ex - marido) Pedro Toro, con María Cirila para ir a visitar el pueblo natal de José Gregorio Hernández (Médico, Beato, miles dicen haber sido curados milagrosamente por este galeno que murió atropellado en Caracas hacia 1917).

Prepararon el viaje al pueblecito de Isnotú, que está a unas 5 o 6 horas por carretera. Como salían de madrugada, cuando vinieron a recoger a Maria Cirila, eso debe haber ocurrido en 1974 ó 75, ella tenía listo café caliente, y cuando Isabel y Pedro lo probaron casi se ahogan pues tenía sal en vez de azúcar, bueno, parece que el objetivo de espantar el sueño se logró con creces. Cuando llegué a vivir en esta casa, en Octubre de 1969, casi al día siguiente María Cirila vino a hablar conmigo, tendría ochenta y pico, la recuerdo con inmenso cariño pero no tan grande como el que ella obsequió a todos sus parientes. Era bajita, tal vez un metro cincuenta, o menos, regordeta, vestida como casi siempre le vi en casa: falda negra como un tubo hasta media pierna, blusa blanca abotonada hasta el cuello y mangas hasta la muñeca. Con sus lentes a medía nariz, su sonrisa pronta, sus pómulos rosaditos y lisitos (siempre que podía se frotaba pan de avena, para el cutis, decía), con voz muy ronca, sonora, y recordando reiterativamente que estaba medio sorda, para que uno le hablase fuerte. Usted va a necesitar quien le arregle la ropa, me dijo palabras mas o menos, aunque yo estoy muy vieja y achacosa todavía estoy entera como para eso. Después me enumeró a tíos y primos a los que ella quiso mucho, y se los demostró sirviéndoles, con lo de la lavada y planchada. Esa bella gente de antes… A mi me dió no se qué, y aunque le dije que sí no le llevé ropa para lavar y planchar. Una semana después estaba frente a mí, irritada, ofendidísima, salí regañado y comprometido a llevar ropa, cosa que esta vez si hice. Todavía la recuerdo, cómo sonreían su boca y sus ojos, cuando me llevaba la ropa planchada sobre un periódico, presentada en sus antebrazos, “aquí está la ropita, yo todavía puedo”. Murió en 1984.

Los Becerra (II)

El segundo de los hijos de José Antonio Becerra y Micaela fue José Lucio, sacerdote, el tercero de la familia. Nació en 1869 y por razones políticas, pugna entre la iglesia y el gobierno venezolano, hizo parte de sus estudios en Curazao, así que muy probablemente fue el primero de la familia en viajar al exterior. No cuento la salida de José Amando Pérez a Pamplona (Colombia), por que eso era como estar en casa, muy cerca y muy parecido. Como sacerdote, la primera parte de la carrera del padre Lucio se desarrolló en el Estado Trujillo: Betijoque, Sabana Libre, Isnotú y algunos otros pueblitos de montaña vieron su trabajo durante algunos lustros, nunca estuvo solo pues lo acompañaron tres de sus hermanas solteras: Juan Antonia, María Salvadora y María Teresa, tres jovencitas que desde la adolescencia le acompañaron, apoyaron y atendieron. Después el Padre Lucio ya se vino al Táchira y culminó su servicio espiritual, donde si no, en Michelena. Después ya retirado, vivía con sus hermanas y el Coronel Becerra, y vivía con ellos cuando murió de 90 años, en 1959. Dicen que fue un hombre muy sano en todos los sentidos, un buen sacerdote y muy humilde. Mi papá decía que, cuando ya anciano, se ponía a jugar cartas (solitario), y se reía con picardía, era por que se estaba haciendo trampa. El padre es el que hizo que apareciera en la familia Juan Evangelista Moreno, natural de Sabana Libre sin mas señas, aunque la mayoría le llamó siempre “JuanMoreno”, pegado como una sola palabra. Yo lo conocí ya viejo y arrugado en la Casa de las Tías a principio de los 60s, antes no me acuerdo de él.

JuanMoreno era muy bajo, 1,55 mts o menos, moreno con labios gruesos que mostraban su ascendencia africana, pero cabello liso que confirmaba el mestizaje. Era regordete y usaba siempre un saco largísimo que le llegaba casi hasta las rodillas, en los 15 años que lo conocí lo ví en mangas de camisa solo dos o tres veces. Cuando el Padre Lucio estaba en alguno de sus destinos trujillanos, recibió como monaguillo a un jovencito de unos doce años: “JuanMoreno”. Sobre los 18 o 20 años fue ascendido Sacristán y le dio tan buen resultado al Padre que se lo llevó para que ejerciera esas funciones a todos sus destinos sacerdotales.
Cuando el Padre se retiró, le entregó un dinero para que montara un negocio, una bodega o abasto, y pudiese vivir. Pero “JuanMoreno” era muy poco malicioso, superconfiado, crédulo y sentimental. Así que a todo el mundo le daba crédito, y lo poco que cobraba lo regalaba al que le contara algún drama casi siempre inventado para sacarle plata. En un dos por tres estaba arruinado. Entonces el Coronel Becerra le dio alojamiento en su casa, a cambio de ayudar en algunas manualidades y hacer los mandados, y algo se le pagaba. Pero lo que cobraba lo regalaba. Parte dándoselo a los niños que conseguía en la calle y parte comprándoles caramelos.
Los Becerra (III)

El tío Rafael Toribio, hermano de los mencionados José Fermín y José Lucio, desempeñó muchos oficios para vivir, entre otros barbero y fotógrafo. No recuerdo a este hermano de mi abuelo porque murió en 1957. Pero alguna historia escuché, especialmente de cuando fue fotógrafo. Según entiendo diseñó y construyó un estudio fotográfico que estaba montado sobre un eje, y por tanto podía girar a la manera de una ruleta. El meollo del asunto es que este estudio tenía una ventana y a medida que avanzaba el día el estudio era movido, rotado, para que la luz iluminase lo mejor posible al cliente.

Este tío dejó 2 hijos a quienes siempre he apreciado mucho, en parte por imitar a mi padre que los quería mucho, además Daniel (uno de ellos) se parecía muchísimo en los rasgos faciales a mi papá y luego me apoyó cuando me tocó vivir solo en Valencia. Otro de estos primos es Luís, quien estudió Ingeniería Eléctrica en Brasil y está residenciado hace muchísimos años en el Estado Bolívar, en Puerto Ordaz (O Ciudad Guayana). Otro de los hijos del tío Rafael, hermano mayor de los anteriores solo por la vía paterna, fue Aristídes, así como se lee, no sé por que siempre se pronunció su nombre acentuando la segunda i. Una vez me acerqué a este anciano delgado, todo hueso y piel, con una prominente nariz delgada y perfilada, que siempre tenía puesto su sombrero y pasaba horas sentado con la mirada perdida en el infinito, y le pregunté si su nombre era A-rís-ti-des, y con la mayor vehemencia que pudo acumular en medio de su gran debilidad física me respondió: -Nooo!, Nooo!, yo me llamo A-ris-tí-des!. Lo conocí ya viejo y supuestamente con tuberculosis, sus movimientos recordaban a los de una pereza, lentísimos, nunca habló de su vida, ni de sus recuerdos, o su gente, pero si hablaba de una especie de teología personal incomprensible. Apareció un buen día de los 70s en la casa de mis tías y se quedó algunos años, después de que se marchó jamás supe de él.

Los Becerra (IV)
Al tío Pánfilo siempre se le llamó “el Mayor Pánfilo”. Era un de los menores de mis tíos abuelos, y a juzgar por las fotos era un hombre serio, como se dice en el Táchira: “cerrero”. Tiene que haber sido un hombre con carácter, con condiciones y habilidades, no lo recuerdo pero por esos recodos de la vida, el suyo fue el primer entierro al que asistí. Casó con una dama de familia muy respetada de Valencia: Doña Berta Aurelia Mijares Fortique, de quien alguna vez escuché en conversación entre familiares que sus ancestros eran “los Marqueses de Mijares”, conocidos desde la colonia. Según mi padre, el Mayor Pánfilo tenía como hobby trabajar en la búsqueda del movimiento perpetuo y construyó varios modelos experimentales. Sus hijos, los “Becerra Mijares” fueron: Bertha, Carmen Rosa, Olga, Irma, Carlos Miguel, José Antonio y Guillermo.

Siguiendo con los hermanos de mi abuelo, sin orden alguno, llegamos a Tío Teodoro. Lo recuerdo muy anciano, visitando la casa de su cuñada y prima, mi abuela Doña Amalia, en Michelena, apenas veía a alguno de sus parientes de edad infantil, metía el dedo índice en ese bolsillito del pantalón que llamamos relojera, y sacaba una “puya”, una moneda de 5 céntimos, para cada uno, en aquel tiempo se compraba dos o tres caramelos con esa cantidad. Andando el tiempo, hacia 1967, llegó a nuestra casa de Cabudare (pequeña ciudad adyacente a Barquisimeto), uno de los hijos del Tío Teodoro, y que se llamaba igual que su padre. Este primo hermano de papá, y por tanto primo segundo mío, había terminado los estudios de bachillerato en Pamplona y venía en busca de trabajo. Papá, con generosidad dentro de nuestra modestia, lo alojó y le encontró trabajo en una fábrica cercana; pero al poco tiempo un telegrama informó la muerte de Tío Teodoro y su hijo regresó al Táchira, después vivió muchas aventuras que tal vez él contará. Sin embargo, debo decir que recuerdo una imagen de la noche en que llegó el telegrama con la noticia, Teodorito (como se le decía para distinguirlo de su papá), se retiró a la parte trasera de la casa, al solar, para llorar la muerte de su padre, y me parece verlo cabizbajo, liberando algunas lágrimas y con la compañía de nuestro perro que parecía entender su dolor. Tío Teodoro y su esposa, Doña Nieves Roa, procrearon a Antonio Ramón, Rubén Darío, Carmelo Obdulio, Gonzalo Augusto, las gemelas: María Serafina y Consuelo Delfina, y José Amable Becerra Roa.
El Coronel José Eulogio Becerra Pérez



Los Becerra (V)

Tío José es quien procesa el ingreso de Marcos Evangelista Pérez Jiménez al Ejército pues era el Director de la Escuela Militar en Maracay. . Cuando Marcos, ya huérfano, llegaba a la adolescencia era a la vez brillante estudiante y travieso joven, a tal punto que algún familiar le escribió al ya hacía tiempo Coronel José Eulogio Becerra, para decirle que además de pronunciar hermosos discursos y obtener las mejores notas, ya preocupaban algunas travesuras de Marquitos. Entonces se organizaron las cosas para que el inquieto michelenero ingresara a la mencionada Escuela Militar, donde se dice que obtuvo notas inmejorables.
Aún sus parientes se referían a él como “el Coronel”. Fue un hombre de personalidad especial. Al ser derrocado su pariente Pérez Jiménez regresa a San Cristóbal en 1958 y se instala en su casa de la entonces carrera 5 entre calles 11 y 12, en pleno centro de San Cristóbal. Aunque había sido senador "perejimenista" durante 5 años, nadie lo molestó por asuntos políticos, tal era su condición de hombre respetado por todos. Como ya estaba casi en los 80 años, su salud tenía algunos “peros” y, como era usual en la época, los médicos le recomendaron un “cambio de temperamento”. El temperamento que le recomendaron fue el de Táriba y el Coronel obedeció.

La mudanza del Coronel fue a una casa ubicada en la carrera 5 con calle 7, alquilada a un respetado caballero de la ciudad, propietario de la Botica del Torbes. En esa casa murió el Padre Lucio. Mientras estaban allí, se edificaba la casa donde murió el Coronel. Este había adquirido un terreno en la esquina de la carrera 6 con calle 5, en el cual se había pensado edificar una casa de dos pisos con patio central, un terreno anexo, de aproximadamente 13 metros de ancho, llegaba hasta la carrera 5 entre calles 5 y 6. Se dice que cuando las hermanas del Coronel, Salvadora, Teresa, Eumelia y Juana, las “Señoritas Becerra” para muchos, “las tías” para la familia, se enteraron de que por la carrera 5 pasaban las procesiones de Semana Santa y las de la Virgen de la Consolación presionaron para que el frente de la casa fuese colocado en ésta última. El Coronel y las tías aspiraban que con ellos vivieran varios parientes: María Cirila, El Tío Ernesto Ramón Becerra Angarita (Médico), el primo Antonio Becerra Roa (en aquel tiempo seminarista), y la prima Olga Becerra Mijares, quién era una mujer muy práctica, con conocimientos de enfermería. Para cada uno habría una ambientación y atención adecuados, además estaría “JuanMoreno” y 1 o 2 domésticas. Solo en este contexto es comprensible la particular arquitectura de “la Casa de las Tías”.

El Coronel no vivió muchos años en esta casa, que lo recibió apenas terminada en 1959. A raíz de un accidente automovilístico cerca de Barquisimeto su salud se deterioró y falleció el 5 de Abril de 1962. En esos mismos días fallecía Tía Eumelia, y dada la avanzada edad de las tres hermanas sobrevivientes, se temió que fallecieran también, Tía Juana tenía 85 años, Tía Salvadora 82 y Tía Teresa “solo” 73, pero tenía tratamiento cardiológico desde varios años antes. Las dos primeras murieron 17 años después, y Tía Teresa 25 años mas tarde. La historia, o mejor, las historias de “la casa de las tías”, circulan desde siempre, a tal punto que hay personas que piensan que se trata de una casa centenaria o bicentenaria. Pero en los casi 30 años que hubo algún hermano Becerra Pérez en esta casa se reflejaron mas de cien años de historia familiar. No estoy seguro de la posibilidad de recopilar esas historias, eso lo dirá el tiempo.
Juana Antonia Becerra Pérez vivió 102 años. La acompañé prácticamente los últimos 10 años de su vida, 1969-79, Salvadora, mi madrina, vivió 99, murió un mes después de la anterior, Tía Teresa falleció también a los 99, en 1987.
"Las Tías"


Los Becerra (VI)
Tía Eumelia fue una mujer muy discreta, a tal punto que no tengo nada relevante que anotar, tan solo que al igual que sus hermanas fue muy religiosa, rezandera y solterona. Tía Serafina falleció alrededor de 1940, los datos de ella son tan escasos como los de la anterior, y muy similares.
Tía Delfina casó con un caballero llamado Rafael Sandoval, tuvieron 4 hijos: el Comandante Hildemán Sandoval Becerra (Casado con Paula Ramos, 2 hijos ), quién fuera Edecán del General Gómez, se destacó como eficiente gerente público y privado, teniendo un respeto y aprecio general en el Táchira de mediados del siglo XX, falleció a mediados de los 70s. Rebeca Sandoval Becerra, también hija de Tía Delfina, casó con Ramiro Abreu y tuvieron 4 hijos: Ramiro, Alfonso, Ignacio y Emma, fue durante muchos años la Jefe de la oficina de Correos de Michelena, la cual funcionaba en su casa de habitación, también fue exitosa dirigente en política . Murió a mediados de los 80s. Otra hija de Tía Delfina fue Walditrudis, de la que solo he sabido que casó con Ignacio Rosales y hubo 2 hijos. La cuarta hija fue Aracelis Sandoval quien no se casó y dedicó su vida a la Docencia llegando a ocupar puestos directivos.
Mi abuelo, Don Vicente Becerra Pérez, casó con su prima hermana Amalia Pérez Sánchez y sus hijos fueron Carmen Teresa, Ismael Antonio, Jesús Vicente, Elio Samuel, José, Rafael Gonzalo, Aura María y María Celina. Actualmente 3 Instituciones culturales de Michelena llevan su nombre: la Casa de la Cultura, la Banda Municipal y la Estudiantina de la Ciudad. Además de ocupar cargos públicos tuvo éxito como músico y fue el iniciador de otros importantes como Pánfilo y Eufrasio Medina La Cruz.
Don Vicente Becerra Pérez y Doña Amalia Pérez Sánchez
Hijos de Don Vicente Becerra Perez
Descendientes de Don Vicente Becerra Pérez


Los Golindano (I)

Yo nací el 8 de Junio de 1953, hacia las 6 de la mañana. La hora no es exacta porque mi parto fue sumamente complicado y largo. Según los testigos conscientes, había sangre en las paredes, mi mamá y yo estuvimos muertos un instante, y también hubo cierto alboroto. Pero para que yo naciese mi mamá y mi papá tuvieron que casarse en Maracay, y antes fueron novios, y …, y entonces habrá que remontarse a sus familias respectivas. Mi mamá se llamó Blanca Isabel Golindano Herrera. Nació en algún lugar de la selva de Estado Bolívar, varios días a caballo al sur de Caicara del Orinoco, el 28 de Diciembre de 1924. Era hija de Carlos Gonzalo Golindano y de Eusebia Herrera.
Ellos vivían en una finca cerca de la frontera con Brasil y el hoy Estado Amazonas. De mi abuela tengo muy pocos datos: ella no se casó con mi abuelo por razones diversas. Es que en aquella época, y más en la zona, los señores no se casaban. Sería mejor decir que usaban a las muchachas prevalidos de su poder, audacia e impunidad. Las familias tenían que cuidar a sus gallinas de los gallos sueltos que abundaban. Además en aquellas soledades no había civilización, nada de pueblos y por tanto nada de Prefectura, Jefatura Civil o similar para casarse.
Mi abuela murió muy joven, según referencias de una enfermedad, “de un mal” como decían antes, llamada Beri – beri. Mi mamá me informó que la persona con esa enfermedad temblaba mucho, un poco al estilo de la epilepsia pero no tan fuerte, y según la terapia de la época (curiosos, brujos, santeros), se veía obligada a mudarse de ciudad (de temperamento se decía), cada pocos meses para mejorarse. Doña Eusebia al fin murió finalizando la década de los 30 en Puerto Ayacucho.
Lo de mi abuelo es algo más movido. Según tradición familiar Golindano puede ser apellido italiano y su historia en Venezuela, hasta que mi abuelo llega a la selva, es mas o menos así (no sé el porcentaje cierto del cuento): los Golindano, eran mas de uno, eran unos hermanos que estaban asentados en algún lugar mas o menos cercano a la población de El Tigre, tal vez en el Estado Anzoátegui, o quizá Monagas. No sé si eran hijos de europeo, o si ellos eran europeos. Hoy en día el apellido está mas difundido en Monagas y por allá entienden que el apellido es originario de los alrededores de Valencia (España). Mas o menos a mitad de camino entre Barcelona y Cumaná hay un punto (Caserío y Alcabala) llamado Golindano.
Allí tendrían alguna finca, hato o hacienda, y como es lógico habría otras haciendas, otras familias y de alguna manera su vida giraba en torno a el trabajo del campo, en algún momento los Golindano se vieron en un gran problema: una muchacha salió perjudicada (o sea, en estado), cosa que en una familia decente era ofensivo. Realmente no sé si la perjudicada era Golindano, o lo era el perjudicador.
Según parece la familia ofendida exigió reparación al culpable y este no cumplió. Acto seguido, los hermanos de la agraviada pasaron raudos a caballo frente al corredor de la casa de la hacienda, donde se sabía que el individuo se sentaba a descansar en las tardes, y diestramente como correspondería a buenos llaneros lo enlazaron y lo arrastraron hasta el pueblo donde lo “pasearon” de ese modo calle arriba y calle abajo, con el mortal resultado que podía esperarse y con su honor convenientemente lavado con sangre. Los familiares del muerto, consideraron que los otros se habían propasado y esperaron en algún lugar solitario al que había capitaneado el arrastre. Poco después pasaban por la casa de éste y lanzaban un costal en la puerta de su casa.
Al revisar, en el costal encontraron el cuerpo cortado en pedacitos por todas las coyunturas, algo así como 17 pedacitos por cada mano, la cabeza por un lado, los brazos cada uno por el suyo, etc.. De allí en adelante hubo mas muertes de lado y lado y los vecinos intervinieron para buscar solución a este asunto que se ponía de un color muy negro. De alguna manera llegaron a un acuerdo de jugarlo a la suerte, los que perdieran venderían a sus rivales y se marchaban muy lejos, lógicamente los ganadores compraban y se quedaban. Se justipreciaron los bienes, se jugó a la suerte (nunca supe el método, pero me inclinaría a “la carta más alta”), y perdieron los Golindano. Tampoco sé como, mi abuelo llegó a la selva y se convirtió en dueño de varias plantaciones de sarrapia, ni si era uno de los lavadores de honor con sangre, o hijo, o nieto de alguno de ellos. Esto de la sarrapia era mas o menos así: se trataba de una planta, un árbol, que da una fruta cuya semilla tiene un aceite que servía para que los perfumes mantuviesen su aroma varias horas, hoy esto se logra con productos químicos, pero en aquellos años 20s era, junto con el caucho, un producto que enriquecía a cualquiera.
El Golindano llegó a tener 7 fincas de sarrapia y caucho, y en cada una de ellas tenía una mujer (e hijos) con la que hacia algo parecido a la vida marital, mi abuela era una de ellas. Mi mamá supo de 41 hermanos, pero de la misma madre fueron: Pedro Manuel (fallecido más o menos de 30 años en 1961), Jose Manuel, hoy retirado y viviendo Caracas , Carlos, que vivió y murió en Valencia, y Ernestina, también en Valencia; mamá era la mayor. Yo conocí a mi bisabuela ya ochentona (la visité dos o tres veces en Caracas a principios de los 60s), y se le notaba el carácter todavía. Doña Isabel de Golindano, madre de mi abuelo, usó revólver al cinto y es que sabía usarlo. Cuando papá le dijo que se fuese a vivir con él y mamá, próximos a casarse, ella respondió que no,
- por que no? – preguntó papá,
- muy sencillo, Becerra - respondió Doña Isabel,
- porque yo, a la casa que voy, mando!.
Papá no insistió, y a mí siempre me dijo que Doña Isabel era como Doña Bárbara, el personaje central de la novela de Gallegos.
Hermanos Golindano Herrera

Los Golindano (y II)

La vida en la finca de sarrapia, en la selva, era muy distinta a la vida urbana, como la mía. Una vez iba mi abuelo por una senda y se tropezó con una raíz gruesa que la atravesaba, masculló alguna interjección castiza y siguió, acompañado de 2 o 3 peones. Unos metros mas adelante se volvió a tropezar con una raíz muy similar a la anterior, pero esta vez la raíz se movió. Era una tragavenado, una boa muy larga, gruesa y pesada. Según cuentan medía alrededor de 20 metros, pero seguramente con los años y los cuentos iba aumentando su longitud. Dicen que Don Gonzalo y los peones la siguieron en su movimiento hasta encontrarla enroscada con una gran roca tras ella, y con su gran cabeza (como la de un perro grande) levantada en plan agresivo. Le dispararon varias veces y no mostró debilidad por las heridas, entonces mi abuelo, apuntó con el rifle a la boca de la serpiente, y justo cuando la abría le disparó allí, matándola. Según el resto de la historia, usaron un gran palo para trasportarla, pero pesaba tanto que costó mucho llevarla hasta la casa de la finca.

Otra historia cuenta que, como todas las noches, se sentaban en el corredor de la casa de la finca el dueño, su familia, y los peones. Allí descansaban, a la luz de hogueras, charlando y a veces cantando. En cierto momento mi abuela llamó a su marido:
Gonzalo …
Qué?, respondió en medio de su cansancio
Me está subiendo una mapanare por las piernas … (Doña Eusebia estaba embarazada y dicen que las serpientes gustan de confortarse en el calor corporal de las que están en tal estado).
La mapanare es una culebra venenosa de buen tamaño (metro y medio), y cuyo veneno en aquellas tierras era mortal por la falta de atención y antiofídico.
A la luz de las llamas que alumbraban el lugar, Don Gonzalo sacó su revólver y, sin cambiar de posición, de un certero disparo voló la cabeza de la bicha que ya se acomodaba en el regazo. Mandaron a algún obrero a recoger el reptil y siguieron tan tranquilos, aunque yo creo que esto último es todavía más difícil de creer.

Mamá me contaba que en la casa grande de la finca había un cuarto especial, el cuarto de las morocotas. Allí, en una pequeña habitación de 2 a 3 metros de lado, se hallaban tiradas en el suelo miles de morocotas, decía ella que si se sumergía el pié pasaban por encima del tobillo. La Morocota era una moneda de oro, especialmente dólares norteamericanos, que eran monedas de curso normal en el país. Una de ellas equivalían al sueldo de decenas de meses de un peón. Cuando los muchachos de la familia se portaban bien los dejaban jugar en ese cuarto.
Pero todo cambió el día que un juego de cartas, mi abuelo y un contrincante anónimo se jugaron en una sola mano todas sus propiedades. Mi abuelo perdió todo. Sin embargo, cuando estaba muy deprimido, ya lejos de sus tierras y con mi abuela y sus hijos, que al parecer era los mas caros en su afecto, le recordaron que él tenía olvidado un pequeño hato en Guasdualito, unos cuantos centenares de kilómetros río arriba por el Apure. Allá se fue, en un pequeño barco de vapor que cubría la ruta, pero a las pocas semanas de llegar, se enfermó de pulmonía y murió en 1935, a los 35 años.

La familia se disgregó, Mi abuela y su Beri-beri hacia el sur, mi bisabuela y las dos muchachas (mamá y su hermana) a Ciudad Bolívar, y mis tíos fueron capturados por las bandas de piratas que asolaban las riberas de los grandes ríos del Sur de Venezuela y Norte de Brasil.
El tío José Manuel, me ha contado muchas veces sus aventuras en la selva y en los grades ríos, por los que llegó hasta Boa Vista, Brasil. Cómo aprendió con los indios, también esclavizados como él, a comer raíces para no debilitarse. Cuando se lee La Vorágine, de Rivera, un escritor colombiano, se conoce el ambiente en que se hizo adolescente mi tío José Manuel. A veces, cuando los captores y explotadores que lo mantenían secuestrado, hacía un alto en alguna ribera solitaria, él se internaba un poco en la selva buscando comida, y más de una vez oyó como se desplazaba un escándalo de voces de monos y aves. Corrían huyendo al tigre, ejemplar que por lo general desplazaba sus buenos 200 kilos y fatal para un niño de 12 o 13 años mal alimentado. Pero ya él sabía que debía subirse a un árbol y quedarse en las ramas muy delgadas a las cuales no podía trepar la fiera, que después de esperar una o dos horas se marchaba, pero no se podía bajar hasta que no se perdía a lo lejos el escándalo de monos y pájaros huyendo.

Este tío, el de las aventuras podría decirse, venía una vez atravesando el Orinoco cerca de Puesto Ayacucho, por los raudales (rápidos), cuando la canoa encalló en una piedra. Al verlo, mi tío que venía acompañado por un indiecito mas joven e inexperto, sacó su pie y empujó la canoa pero con la mala suerte de que se quedó parado sobre la piedra con el agua a los tobillos. La canoa no pudo regresar contra la corriente, además era la hora de ponerse el sol, y tuvo que pasarse toda la noche de pie en la roca con el Orinoco bramando a su alrededor al otro día el noble indiecito, vino con adultos y lo rescataron. En otra oportunidad se encontraba trabajando de contrabandista: conducía una pequeña canoa entre Puerto Ayacucho (Venezuela) y un puerto colombiano. Todos los días hacía el trayecto de ida y vuelta, llevando y trayendo productos a las órdenes de algún comerciante del lugar. Un buen día, vio en una pared un cuadro de un velero, y se le ocurrió que si se le ponía algún tipo de vela al bote no tendría que esforzarse tanto.

Se las ingenió para adaptar un pequeño mástil con otro palo atravesado donde armó una vela con una cobija. Al principio todo marchó como el esperaba, pero en algún cambio de viento, o de ruta, el viento volteó la canoa. El inventor fue arrastrado por el río tan abajo que duró como dos días en regresar caminando a Puerto Ayacucho.
Algunos años más tarde mi bisabuela y mi mamá viajaron a Maracay, hacia el año 40, y mí tía Ernestina se quedó con otros parientes en Ciudad Bolívar. Se radicaron en una casita sobre el cerro de El Calvario, cerquita de la Maestranza. Mi mamá una flaquita de 16 años que apenas pesaba 44 kilos, con cuarto grado de primaria no terminado, apenas pudo se colocó como dependiente en la Librería El Paréntesis, propiedad del Sr. Carlos Motamayor, y allí trabajaba cuando mí papá la conoció. Pero … de dónde venía este joven bien parecido, cabello rubio, ojos intensamente azules, sonrisa contagiosa y simpatiquísimo (Descripción de mamá). Venía del Táchira, de Michelena, si la tierra de mamá estaba al Este y al Sur, la de papá casi a mil kilómetros de distancia, estaba al Oeste. Claro!, uno de los Pérez de Michelena.
Boda Becerra Pérez-Golindano Herrera

Arbol genealógico de Los Golindano

Bibliografía:

Michelena y José Amando Pérez, El sembrador y su sueño. Lucas Guillermo Castillo
Perfiles de Michelena. Gervasio Contreras
El Nuevo Ideal Nacional de Venezuela, Vida y Obra de Marcos Pérez Jiménez. Ladislao Tarnoi
Perfiles Sacerdotales de la Iglesia Merideña. Pbro. Lic. Néstor J. Fernández Pacheco
Hegemonía Andina y Pérez Jiménez. Antonio Pérez Vivas
Psicología Tachirense y Desarrollo. Antonio Pérez Vivas
Historia Eclesiástica del Táchira. Pbro. Dr. Gilberto Santander Ramírez
Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar
Diccionario de la Música en el Táchira. Luís Hernández Contreras

Anexo 1: Datos Técnicos

Para este experimento de difusión de temas históricos, y otros, el autor está utilizando como base algunos artículos publicados la década pasada en la prensa regional.
Se trata de utilizar las nuevas tecnologías de la informática y la nueva herramienta cultural que se ha difundido sobre todo en la juventud: Pantalla/ Teclado/ Ratón/CD-ROM/Internet. En efecto, gracias al interés por los juegos, por la navegación, a la proliferación de “Cybers”, a la democratización informática (el alto porcentaje de computadoras en casa, oficina, institutos educacionales, etc.), es muy alto el número de personas que pueden operar esta manera de “publicar”, bien como autor, bien como lector.
Para los autores, que tienen un muro de dificultades por el costo de la impresión de un libro, es relativamente fácil redactar en procesador de Palabras (Por ejemplo: Word), pasarlo a un programa de presentaciones electrónicas (Por ejemplo: Power Point), y luego elegir una o varias alternativas: “Quemar” un CD-ROM, enviarlo por Correo Electrónico, copiarlo en un Diskette o colocarlo en una página Web, por señalar las mas difundidas y sencillas.
Para este caso utilizamos un Computador Pentium III, con 256 MB RAM, Disco Duro de 20 Gb, Monitor SVGA Color, Teclado Windows y Ratón PS2, conectado a Internet vía CANTV, con unidad lectora de CD 52X y “Quemadora de 16X. Tiene Windows XP y Office XP.
El texto estaba almacenado en Word, se copió a Power Point por párrafos. El Power Point estaba previamente configurado con un Estilo de Diapositiva seleccionado de los que ofrece el programa. Se eligió letra tipo Arial por ser de las mas difundidas, prácticamente todo computador la tiene.
Anexo 2: El Autor

El autor, José Ernesto Becerra Golindano, se graduó en la antigua UCABET como Licenciado en Educación Mención Ciencias Sociales (1979), Promoción Evelio Angel Velez. Ha realizado diferentes cursos en las áreas de educación e informática. Finalizó la escolaridad de un Master en Ciencia Política, Mención Planificación del Desarrollo Regional, en la UBA (Universidad Bicentenaria de Aragua).
Tiene 23 años de servicio en el MECD, con experiencia en materias de su especialidad en el Liceo Ildefonso Vásquez Bravo de Cordero (1981-1995), Primer Profesor de Informática en el Bachillerato en Administración Mención Procesamiento de Datos en el Liceo Pedro María Morantes (1995-1997). Fue Profesor de diferentes materias de Informática en el INCE, IUTEPAL y UCAT y Coordinador del Proyecto Informático Educativo del Municipio Cárdenas (1997-2004). Actualmente Profesor del Liceo Luís López Méndez
Ha escrito artículos para La Nación, Pueblo, y Diario Católico en San Cristóbal y para la revista Humus en Uruguay. Tiene dos libros en formato digital (e-Books, o Libros Electrónicos), uno sobre la Historia de Táriba (Escrito en Táriba), y otro sobre Historia de Michelena (La familia Pérez de Michelena, y los Becerra y los Golindano).
Individuo de Número de la Academia de la Historia del Táchira y miembro de la Sociedad Bolivariana del Táchira. Asesor de la Asociación de Cronistas del Táchira. Ha sido Presidente de la Sociedad Bolivariana de Táriba, y Presidente de una ONG denominada IFIEC: Instituto de Fomento de la Informática y la Educación en el Municipio Cárdenas, Vicepresidente de la Cámara de Comercio del Municipio Cárdenas, Directivo del Club Torbes, Sub Director de los Colegios San Martín y San José de esta ciudad. Dió clases en el Colegio Juan Maldonado y en el Instituto Privado San Antonio de San Cristóbal.
Nació en San Cristóbal (1953, 52 años), casado (Ing. Ledy Morales), 2 hijos (Ernesto José, 12 y María Angélica, 9). Residenciado desde hace 34 años en la carrera 5 No. 5-30 de Táriba.
Táriba.
Mayo de 2.005