Los Becerra (IV)
Al tío Pánfilo siempre se le llamó “el Mayor Pánfilo”. Era un de los menores de mis tíos abuelos, y a juzgar por las fotos era un hombre serio, como se dice en el Táchira: “cerrero”. Tiene que haber sido un hombre con carácter, con condiciones y habilidades, no lo recuerdo pero por esos recodos de la vida, el suyo fue el primer entierro al que asistí. Casó con una dama de familia muy respetada de Valencia: Doña Berta Aurelia Mijares Fortique, de quien alguna vez escuché en conversación entre familiares que sus ancestros eran “los Marqueses de Mijares”, conocidos desde la colonia. Según mi padre, el Mayor Pánfilo tenía como hobby trabajar en la búsqueda del movimiento perpetuo y construyó varios modelos experimentales. Sus hijos, los “Becerra Mijares” fueron: Bertha, Carmen Rosa, Olga, Irma, Carlos Miguel, José Antonio y Guillermo.
Al tío Pánfilo siempre se le llamó “el Mayor Pánfilo”. Era un de los menores de mis tíos abuelos, y a juzgar por las fotos era un hombre serio, como se dice en el Táchira: “cerrero”. Tiene que haber sido un hombre con carácter, con condiciones y habilidades, no lo recuerdo pero por esos recodos de la vida, el suyo fue el primer entierro al que asistí. Casó con una dama de familia muy respetada de Valencia: Doña Berta Aurelia Mijares Fortique, de quien alguna vez escuché en conversación entre familiares que sus ancestros eran “los Marqueses de Mijares”, conocidos desde la colonia. Según mi padre, el Mayor Pánfilo tenía como hobby trabajar en la búsqueda del movimiento perpetuo y construyó varios modelos experimentales. Sus hijos, los “Becerra Mijares” fueron: Bertha, Carmen Rosa, Olga, Irma, Carlos Miguel, José Antonio y Guillermo.
Siguiendo con los hermanos de mi abuelo, sin orden alguno, llegamos a Tío Teodoro. Lo recuerdo muy anciano, visitando la casa de su cuñada y prima, mi abuela Doña Amalia, en Michelena, apenas veía a alguno de sus parientes de edad infantil, metía el dedo índice en ese bolsillito del pantalón que llamamos relojera, y sacaba una “puya”, una moneda de 5 céntimos, para cada uno, en aquel tiempo se compraba dos o tres caramelos con esa cantidad. Andando el tiempo, hacia 1967, llegó a nuestra casa de Cabudare (pequeña ciudad adyacente a Barquisimeto), uno de los hijos del Tío Teodoro, y que se llamaba igual que su padre. Este primo hermano de papá, y por tanto primo segundo mío, había terminado los estudios de bachillerato en Pamplona y venía en busca de trabajo. Papá, con generosidad dentro de nuestra modestia, lo alojó y le encontró trabajo en una fábrica cercana; pero al poco tiempo un telegrama informó la muerte de Tío Teodoro y su hijo regresó al Táchira, después vivió muchas aventuras que tal vez él contará. Sin embargo, debo decir que recuerdo una imagen de la noche en que llegó el telegrama con la noticia, Teodorito (como se le decía para distinguirlo de su papá), se retiró a la parte trasera de la casa, al solar, para llorar la muerte de su padre, y me parece verlo cabizbajo, liberando algunas lágrimas y con la compañía de nuestro perro que parecía entender su dolor. Tío Teodoro y su esposa, Doña Nieves Roa, procrearon a Antonio Ramón, Rubén Darío, Carmelo Obdulio, Gonzalo Augusto, las gemelas: María Serafina y Consuelo Delfina, y José Amable Becerra Roa.